SAN GERARDO
MARÍA MAYELA
PROTECTOR ESPECIAL DE LAS MUJERES
EMBARAZADAS Y DE LOS NIÑOS.
Nuestro querido Beato Juan Pablo II decía de San
Gerardo:
“Él rezaba
así: "¡Oh Dios mío, si pudiera
convertir a tantos pecadores cuantos son los granos de la arena del mar y de la
tierra, las frondas de los árboles, las hojas de los campos, los átomos del
aire, las estrellas del cielo, los rayos del sol y de la luna, todas las
criaturas de la tierra!" (Escritos espirituales, Materdomini 2001, 155).
San Gerardo no ahorraba energías, oraciones y
penitencias por los pecadores. Su amor no le permitía permanecer indiferente
ante sus opciones y su condición; sobre todo, se preocupaba de que todos se
acercaran de manera fructuosa al sacramento de la reconciliación.
El debilitamiento generalizado del sentido del
pecado y, en consecuencia, de la importancia del sacramento de la
reconciliación impregna la sociedad actual. Esto interpela la pastoral de la
Iglesia y, en particular, la acción apostólica de esa congregación religiosa,
uno de cuyos elementos fundamentales es precisamente el anuncio de la redención
de Cristo. Queridos redentoristas, seguid imitando a vuestro santo fundador,
siempre sensible a los pecadores y dispuesto a acogerlos en el sacramento de la
reconciliación con amor de padre y sabiduría de médico. Seguid cultivando el
celo de san Gerardo, que se entregó totalmente por la salvación de las almas.
Aunque se preocupaba de que los pecadores
recuperaran la vida espiritual mediante la conversión y el sacramento de la
penitencia, san Gerardo Maiella prestaba atención particular también a la vida
naciente y a las mujeres embarazadas, sobre todo a las que atravesaban
dificultades físicas y espirituales. Por eso también hoy se lo invoca como
protector especial de las mujeres embarazadas. Este rasgo típico de su caridad
constituye para los fieles un estímulo a amar, defender y servir siempre a la
vida humana.
Son bien conocidas las amenazas que siguen
cerniéndose sobre la vida, especialmente sobre la vida naciente. Debe hacer
reflexionar sobre todo la preocupante difusión de una "cultura de la
muerte", que impulsa a amplios sectores de la opinión pública a justificar
algunos delitos contra la vida en nombre de los derechos de la libertad
individual y, basándose en ellos, pretende su legitimación por parte del Estado
(cf. Evangelium vitae, 4).
Deseo que la devoción gerardina contribuya a hacer
que sea aún más intenso el esfuerzo de los cristianos por contrarrestar esta
cultura de muerte y realizar gestos concretos y elocuentes al servicio de la
cultura de la vida. Además, en esta significativa ocasión quisiera encomendarle
a todos los redentoristas, el compromiso de trabajar de modo aún más decidido
para difundir el "evangelio de la vida". Poned al servicio de la vida
vuestra reflexión teológica y moral, desarrollándola, con fidelidad a la
tradición alfonsiana, precisamente a partir de las situaciones en las que la
vida está menos protegida y defendida. Este es el modo concreto de proseguir la
obra de san Gerardo Maiella y ser testigos de esperanza y constructores de una
nueva humanidad.”
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